viernes, 26 de marzo de 2010

MAGDALENAS



En esta ocasión se me ocurrió que podría probar con la repostería y, que mejor manera de empezar que con unas tiernas y riquísimas magdalenas.
Me proponía superar a las que venden en la "Pastisseria Rossell" de mi pueblo, Sant Sadurní d'Anoia, pero no lo conseguí. Con ello no quiero decir que el resultado no fuera bueno porque, increíblemente, lo fue, es sólo que no conseguí esa textura esponjosa y melosa que tienen las magdalenas de can Rossell. Imagino que todo será cuestión de práctica.

Ingredientes:

250 gr. de harina
200 gr. de azúcar
2 cucharaditas de levadura
Ralladura de naranja
2 yogures de vainilla
100 gr. de mantequilla
1 huevo grande

Elaboración:

1. Mezclar los ingredientes secos: la harina, el azúcar, la levadura y la ralladura de naranja.
2. Mezclar los ingredientes húmedos: los yogures, el huevo y la mantequilla, previamente derretida a fuego lento.
3. Unir ambas mezclas sin batir demasiado.
4. Dejar reposar la masa en la nevera durante unos 30 minutos.
5. Transcurridos los 30 minutos, sacar la masa de la nevera y batir. Poner la masa en una manga pastelera para facilitarnos la tarea de rellenar los moldes.
6. Rellenar los moldes de magdalena hasta sus 2/3 partes.
7. Hornear durante unos 20 minutos en el horno pre-calentado a 180 grados.

Antes de empezar con la elaboración de esta receta, me aseguré de contar con todos los ingredientes. Bien, no me faltaba nada, a excepción de los yogures de vainilla, que no fui capaz de encontrarlos en el supermercado.
En un primer momento pensé en substituirlos por flanes de vainilla, que sí tenía en la nevera pero, reflexioné unos instantes y llegué a la conclusión de que la consistencia del yogur, así como su composición, no es la misma que la de un flan, y deseché la idea. En la nevera tenía yogures de varios sabores con lo que tenía que elegir aquellos que tuvieran un suave sabor para que no alteraran demasiado el resultado final de la receta.
Me decidí por los de limón, que es un sabor que siempre me ha encantado y me puse manos a la obra.
La elaboración de la masa para mis magdalenas se desarrolló con toda normalidad. Tal y como ya os he recomendado, había leído la receta varias veces, la tenía a mano para poder consultarla en caso de necesidad, y tenía todos los ingredientes preparados.
El problema surgió en el momento de echar mano de la manga pastelera. Horror!! No tenía manga pastelera. ¿Qué hacer? Que no cunda el pánico. La masa resultante de la combinación de todos los ingredientes no era demasiado espesa así que, perfectamente, podría irla abocando en los diferentes moldes con la ayuda de una cuchara sopera. Así lo hice. Después de pringar media cocina el resultado no puedo ser mejor: once exquisitas magdalenas, tiernas y doraditas que decían: ¡Comedme, comedme!

P.D. En la cocina, como en otras circunstancias de la vida, es importante disponer de recursos para hacer frente a las dificultades.

jueves, 25 de marzo de 2010

CREMA DE CALABACÍN

Esta fue la primera de las recetas con las que me atreví a iniciar mi experiencia entre fogones después de que mi maridito insistiera en el hecho de que debía hacerle comiditas bajas en grasas y aptas para estómagos delicados.
Sencillo, diréis. Bien pues, como todo en esta vida, esta "sencilla" receta, también tiene su aquél.

Ingredientes:

2 calabacines
Aceite de oliva
Pastilla de caldo de carne
Un vaso de leche
Agua
4 Quesitos
Sal y pimienta

Elaboración:

Después de pelarlos, cortar los calabacines en rodajas y rehogarlos en una sartén con el aceite bien caliente.
A continuación, se pasa el calabacín a una cazuela y se añade el vaso de leche, la pastilla de caldo de carne y la cantidad de agua necesaria para cubrir los calabacines.
Una vez que el calabacín esté tierno (comprobar con la ayuda de un tenedor pinchando el calabacín), añadir los 4 quesitos, la sal y la pimienta.
Dejar que de derritan los quesitos, removiendo para evitar que se pegue y pasar por la batidora.
Listo para servir!!

La primera vez que me puse manos a la obra en la elaboración de esta receta no me fue mal del todo, o eso me dijo mi conejillo de indias, claro. Pero, ¿y la segunda vez?
Está claro que cuando eres novato, no debes fiarte de tu memoria. Es preferible, antes de ponerte manos a la obra, releer la receta varias veces, para tener claros los pasos a seguir, e ir repasándola durante la ejecución para no olvidarte de nada.
El primer percance que tuve fue el confundir la pimienta con el pimentón dulce. Nada que no tenga solución, pensé. Ahora no voy a tirar lo que tengo en la cazuela. Así que le añadí la pimienta. Igual modificaría el gusto de la crema pero, con estas cosas nunca se sabe, a lo mejor hasta conseguía convertir una simple crema de calabacín en cocina creativa...
Pero eso no fue todo, en el momento de añadir el agua, no tuve en cuenta que ya tenía prácticamente cubiertos los calabacines con la leche y, sin piedad, aboqué casi una jarra de agua a la cazuela, creyendo que lo que conseguiría sería más cantidad de crema.
Resultado: desde luego aquello no era una crema de calabacín era... No sabría como definirlo, ¿alguna sugerencia?
Al igual que con el error cometido con la pimienta y el pimentón, intenté subsanar el problema. ¿Cómo, os preguntaréis? Muy fácil, añadiendo una patata cocida. Esto espesaría la "crema" y ¡Problema resuelto! Pero no fue suficiente.
Finalmente, la crema terminó yéndose por el desagüe de la cocina y hube de preparar un sándwich para la cena de ese día.

P.D. El error del pimentón dulce no fue percibido por el paladar de mi víctima.

Hola a todos!!

Tras múltiples solicitudes para que escribiera un libro de cocina o convirtiera mi reciente estrenada afición por la cocina en un negocio, poco rentable para mi desde luego, y menos aún para los osados que hicieran uso de él, he decidido iniciar este blog para plasmar mis experiencias entre fogones.

Todo nace de la necesidad de demostrar a un gran número de escépticos que mi antigua escasa relación con la cocina se debía a una objetiva falta de recursos, y no a mi ineptitud.

¿Cómo pretende nadie cocinar algo con un mínimo de profesionalidad en un cubículo carente de fogones, hornos y del menaje necesario para llevar a cabo cualquier plato digno de un paladar no demasiado exquisito?

Ahora, tras innumerables intentos por explicar mi aversión hacia la cocina sin demasiado éxito, he logrado hacerme con el mínimo de recursos necesarios para preparar comidas que, como diría mi padre, se dejan comer.

Lo que podréis leer a continuación es una recopilación de las más variadas recetas y de cómo las he hecho mías, introduciendo algunos cambios, y de una forma de hacer no demasiado ortodoxa que han dado como resultado bizcochos quemados, cremas incomibles, carnes resecas... Pero, sobre todo, un sinfín de experiencias gratificantes que me han animado a seguir adelante, probando cosas nuevas y creciéndome ante las dificultades.

Espero que os guste!!